miércoles, 7 de marzo de 2018

"¿Valgo tanto?", preguntaba.

Valía... oro, perlas, diamantes,
plumas de palomas, arrullos
de una gotera envejeciendo
lluvia tras lluvia, una moneda
plateada en el pelecho de los charcos,
canciones, un violín, explosiones
de granadas maduras, de sandías
caídas en la tierra y a la suerte
de las hormigas, las gallinas,
un huevo tibio ya casi inaugurado
por la costumbre dura del nacer del polluelo.
Y luego un collar, de piedras repartidas
en la garganta oscura de la tierra,
la huella, el pelo, los colmillos
de un mamut, un perrito,
un gato viejo y roto por el afán
del hambre, el afán del trotar;
el oficio del monje, el del aventurero,
el del perezoso, el del elevador
de árboles y columnatas de humo,
de edificios de luz y de metal,
y los colores de la luz, como un cañón
disparado a los dedos de la lluvia...

"Vales, tanto como la lluvia vales."


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