Tiembla, atemorízate,
noche y día ten cuidado,
(...)
Advertencia del Emperador Yao
(La fuente de viejos poemas)
Tiembla, atemorízate
cuando descubras que las hormigas
pueden quebrar el pie de las ciudades
al morder sus huesos de cemento.
No será eterna tu vida, se extinguirá tu muerte,
el amor y los odios que empecinas
decaerán carcomidos por los años
como arboles secos junto al tiempo.
Tiembla, atemorízate
que el viento puede tomar tu voz y tu cabello
para llevarlos consigo hacia los hombres
en países lejanos y olvidados
que no conocerán tu nombre.
Somos así de vanos, así de endebles.
¿Cuanto tiempo le ha costado al gusano
hilar su delicada cesta?
¿Y cuanta agua se ha perdido el río
para saciar la sed de la morera?
Nada será eterno en la belleza,
pues el fuego consumirá la seda,
y sin aliento ya, sin alimento
se extinguirá cuando esto suceda.
Tiembla, atemorízate
como un camello que ha quedado
atrás y sin agua en la joroba.
Siente el desierto ahogarlo con su pena.
Pero camina mudo y solitario
arrastrando su fe sobre la arena;
él no sabe de intención o de finales;
solo rumia el sabor de la belleza.
Así somos los hombres, que buscamos
el asombro en la fe de los camellos,
la arquitectura y el jardín de las hormigas,
el húmedo calor de los monitos.
En el verdor de una lechuga nueva
hay respuestas que aún no conocemos.
Tiembla, atemorízate,
hazte de espanto
ante la inmensidad de tu ignorancia
que una tarde te paras en la calle
y toda la ciudad te ha parecido extraña.
¿Vas a cerrar los ojos y refugiarte
en el pulido espejo de la costumbre?
¿Quien podrá desdeñarte si te tiembla
la mano al sostener el aire?
hazte de espanto
ante la inmensidad de tu ignorancia
que una tarde te paras en la calle
y toda la ciudad te ha parecido extraña.
¿Vas a cerrar los ojos y refugiarte
en el pulido espejo de la costumbre?
¿Quien podrá desdeñarte si te tiembla
la mano al sostener el aire?
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