viernes, 1 de septiembre de 2017

Fue el centauro a la roca para mirar el agua
como un arbusto más sobre la tierra;
el pálido reflejo no lo miró a los ojos.
Una pequeña aguja lo tomó entre la hierba
junto a la planta noble del corcel.
Es el veneno agudo del escorpión,
hijo de la oscuridad y del acecho
llevó su carga de dolor hacia el pecho
de tan magnifica criatura.

Aquí su cuerpo se arrastró en la arena,
bramaba poderoso entre las piedras
apenas con sus manos contra el resto
que el mar informe ha echado fuera.
La cabellera augusta se humedeció,
esquirlas de amarga sal sobre su pena.

Yace el centauro, magnifico en la muerte
no ha borrado el agua su monstruosa belleza.
Sus hombros son dos caracolas pálidas,
su corazón es una túnica incendiada
que ardió dentro del cuerpo consumiendo
la fútil carne y el olvidado espíritu
de esta criatura muerta.


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