Yo no te miento, Josi. La recuerdo
blanca y fría sobre la mesa, muerta
cuando alzó la mañana de su mano
no llegó a ver la noche entrando por la puerta.
Mi madre se murió en un solo día
que no se apaga todavía.
Hoy ya no veo los rostros de mis hijas,
pero su muerte blanca sobre la mesa
se ha quedado grabada en la tristeza.
Un solo día empezó con la mañana
cuando ella salió oscura y fría
hacia la luz del sol que la tomó imprevista
para seguirla en los rituales diarios.
Este mismo sol en esa tarde seca
recorrió ausente el trozo de cielo
y antes de caerse estiró una mano
que tocó el corazón de la mujer.
Un solo día bastó para dejarla fría
como una sombra más entre las sombras
que vinieron a verla demoradas.
Antes de hacerse noche se había ido
y ni la propia noche lo esperaba.
Vino a la puerta con la voz en alto
y quedó muda por el blanco espanto.
Sobre la mesa mi madre velaba
su propia muerte inesperada.
Sobre la mesa mi madre pálida
es una sombra más de la añoranza.
Yo la recuerdo ahora, puedo verla;
y se parece a un sueño en la mañana.
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