martes, 30 de mayo de 2017

En defensa
debo decir:
sucede siempre que es necesaria
y todas las ciudades son más bellas
cuando ha caído la cortina aquella.

¿Que espacio no le pertenece?
Si en cada esquina puede hallar un sitio
o en un balcón saluda a la avenida
o sobre un árbol ha inventado el fruto.
Ella toma de sí la tristeza
y la convierte en gotas,
o recubre de húmedas reliquias
accidentes austeros de la tierra.
Toda la belleza se aposentó en su brillo.

Quien la niega hoy mañana espera
cuando deje de estar y se nos duerma
sobre el humor del barro encandilado.
Y en el farol la procesión de sapos
traga entusiasmo de saberla cerca.
Todos los seres han venido a verla,
de la rana a la cebra, con la lengua seca.

¿No es acaso su furia la más bella?
Al desarmar los ranchos de los pobres
de conmover el barro y la madera,
y el cartón y la chapa desconchada
que el hombre ha reservado para el hombre;
pero su furia observa y se conmueve
y se levanta del sol y de la tierra
para romperse en la cadena humana,
para darle su luz a la misera.
Viene a lavar la sangre en la penuria,
el amor en el polvo, la voz en el silencio.
Viene de tiempo y luz con sus saberes
arrastrando la sal de las hogueras.

Y sus sacerdotisas que la llaman,
monótonas y ciertas son las ranas
reclamando que venga hacia la tierra
Ella, la más antigua de todas las bendiciones.

Por que ha sido ella
la que llevó la sangre de la cruz a los peces,
o en la puerta preguntó por nombres
de exiliados moribundos o mártires.
Después que ardiera el hombre, el tiempo, el templo,
ella vino del mar y se llevó la hoguera
de nuevo a la miseria del silencio.
Estuvo sobre la faz del indio
que había perdido todos los senderos.
Y está cuando la miro. Todavía
estará cuando todos se hayan ido
a otro océano o planeta, a otro cielo.

¿No es acaso su furia la más bella?
Aun puede conmovernos y tememos
el rugido de fuerzas imperiales
que en su voz perduran.
De ella sabemos todo y nos asusta
que no suceda a capricho nuestro,
y la frenamos y le imponemos
que rebalsa en su herida nuestro empeño.
No pertenece a mi, ni a ti, ni a ellos,
porque no cifra su ser en un puñado.
Lleva en la mano el trueno
y en la boca un grito silenciado.


miércoles, 24 de mayo de 2017

*Diccionario arbitrario.

"Mano: Alcáncenme esa escultura, por favor... 

En la gracia de ese cuello hay siglos de arte.
Alberto Franco: No es una escultura... Es una cafetera...
Mano: Ignoro lo que es eso... 
Posiblemente un implemento de uso doméstico... 
¿Se dan cuenta los hombres de todas las maravillas que los rodean? 
¿Tienen idea de cuántos mundos habitados hay en el Universo, 
y de cuán pocos han florecido en objetos como éste?"

El Eternauta
 (Francisco Solano López, Héctor Germán Oesterheld. 1957-1959)


Alguien inventó la soda un día que, riendo,
se cayó de espaldas en el agua
y esta se llenó de sonrisas.

*

¿Porqué han dado a la Victoria coronas de laureles?
Si el verde perejil, el de ramitos que nunca pareciera florecido,
él huele a la mañana renacida y el afán de la hormiga.

*

Imaginad desiertos cuyas dunas de azúcar
se alumbren una noche en el mes con la Luna
recortada lívida y calmosa al interior de los melones.

*

Es el aburrimiento una piedra sin brillo,
mas cubierta de polvo que el camino.
Pero florece y duerme, o amanece despierta.
Pero sucede y viven criaturas sobre ella.

*

La fealdad ha venido a posarse en la carne
o en la sangre y el aire. Florece sin misterio
Y sin melancolías. Nunca se sabe bella
y no ambiciona serlo.

*

Así la estupidez como el encanto,
así el asesinato como el parto,
suceden inclusive en el cuerpo de los santos.
Nadie está exento de vivir amado o de morir odiando.

*

Corazón de metal, rostro de agua,
voz de obrero olvidado, paso de lagartija
que cuando la mirada se detiene en tu cuerpo
has avanzado extremos insospechados.

*

Se ha dormido en el fondo del abismo,
más solemne o más calmo que un corazón ardido.
Se ha dormido y el río de la existencia tiñe
con su sangre las aguas dulcísimas del milagro escondido.
Partido como un reo fusilado, exánime y sensual;
entre todas las ninfas, la morena oriental de la tacita.

*


martes, 16 de mayo de 2017

Llegará el día que Dios vuelva de tarde
y reclame los árboles.

Se verá su señal al horizonte
como una muesca en la cara del cielo
o un cometa que vuelve cuando nadie esperaba
ni quería.

Volverá y dirá nombres que ya no se recuerdan,
o pedirá por sitios que hemos olvidado.
Será como quien vuelve al pasado que falta
y no es el mismo tiempo ni la sangre esperaba
la melancolía que llega con preguntas.

Por que afirmo que Dios vendrá de tarde,
cuando ya han sucedido
todas las cosas que uno esperaba,
por el camino izquierdo donde la luz se duerme
con una larga vara para hurgar las rendijas
y averiguar el número de víboras dormidas.

Por el camino izquierdo, aquel que sale de la tierra
y lleva entre los árboles a la caza del puma.
Aquel camino siempre se pierde entre la sombra,
se expande con el polvo sin vera ni una clara huella
y perdura cuando los edificios esfumados,
cuando el suelo recupera paz y altura.

Ese camino, izquierdo porque lleva a la tierra,
reconquista la luz después de la pereza
y la agrestura aguda que demuestra las vidas.
Ese camino hecho de guijarros y polvo
lleva hasta la ciudad o a la montaña,
se termina en el mar o en la pradera.

No lo ha inventado el tiempo, no pertenece al hombre.
Ocurre en la creación cuando el dios necesita
que la tierra le muestre el número de tortugas.
Y Dios vendrá contando con la lengua del viento
veinticinco quebrachos, una algarroba madura,
faltan siete tortugas y una playa de arena.
Junto al cerro he marcado la cruz de una paloma.

Porque Dios cuando vuelva revivirá su sueño
del olivo y el cardo en cada extremo.

Y si Dios no encontrara las suficientes hienas
o si faltase acaso una hormiga o un cuerno,
de toda la creación solo los hombres
se sentirán culpables
de oír llorar a un viejo.


lunes, 15 de mayo de 2017

Imaginad un día que en un planeta azul
una hormiga levanta las antenas del mundo
y al contemplar la luna, descubre los conejos.
Un conejo pálido con un tazón de plata
donde acuna las blancas semillas de los tiempos.
Entonces la hormiga rasguña una corteza:
un círculo, la línea del lomo de una araña
y tres vidas después las hormigas cantan
la historia del conejo que vive en la Luna.
Y seis vidas después las hormigas erigen
de barro el pedestal y de semilla el ídolo
como un conejo pálido que revuelve los días.
Nueve vidas, un templo; doce vidas, el miedo;
quince vidas, los viajes; dieciocho los tiempos;
veinte y una las estrellas guías;
veinte y cuatro los extremos del agua;
veinte y siete las edades sabidas;
treinta cielos en el cielo continuo.
Las hormigas en fila ya cantaban.


lunes, 1 de mayo de 2017

"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor."



El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. (Miguel de Cervantes Saavedra, 1605)


"Alonso Quijano murió, pero don Quijote continúa vivo; ahora mismo está en algún lugar, disfrazado de hombre de nuestro siglo, confundiendo tal vez el reflejo de un tubo de neón con el plateado resplandor de un prodigioso cometa... Si le encontráis, por favor, no os burléis de él..."


Cervantes en Yucatán. (Carlos Bojórquez Urzaiz, 1992)



Resistencia, 20 de abril de 2017, 21 hs.




Llueve en Plaza España. Digamos 
que son las nueve de la noche 
y Plaza España es campo abandonado. 
Se fueron los obreros, hoy la lluvia 
se ha quedado dormida sobre el roto 
espectro de este patio viejo. 

Allí he visto a Quijote, con lona negra
de capote junto a la antiquísima barbilla, 
de peregrino entre la llovizna 
llegar hasta el umbral. 
San Francisco Javier cantaba adentro 
y el campanario velaba por el rezo. 

*

Cuatro siglos que vengo, son los años 
que hoy se han puesto tan lóbregos 
y al raso llueve cual si quisiera Dios tocarnos 
para encontrar la fe de peregrino. 
Hasta tu puerta llego, apóstol 
yo también de las Indias y el quebranto. 
Vengo de un tiempo que se ha perdido 
detrás, entre la espalda esta y aquel orbe.

Yo vengo de la España anochecida, 
cuando no éramos ya ni todavía 
el gran imperio que nunca habíamos sido.
Mira si no sabré de los quebrantos 
y de la lluvia que me apenó el camino. 

*

Me fui. Era de tarde noche y hacía frío 
adonde el aire se transformaba en agua, 
como la risa de un pez o colibríes 
que al sacudir las alas se fundiesen 
en el rumor que escapa de la bruma

Si toda la ciudad se había dormido,
o toda la ciudad miraba lejos, 
por Plaza España iba el hidalgo, 
amén de la penumbra y la ternura 
con que al pasar lo viera la locura.

Embajador de alguna edad extinta 
pero reverdecida en la certeza
del peregrino gris que nunca llega 
y de continuo parte hacia la guerra. 
Embajador de luz y de tristezas. 


Es un día de frío.  Lo sé porque es el viento  y el cariño del gato  las cosas que lo anuncian. Renovado y discreto este primer día  del oto...