martes, 23 de agosto de 2016

“A lo largo de sus generaciones 
los hombres erigieron la noche.”

Historia de la noche -Jorge Luis Borges

“Night dark and full of terror.”

A clash of kings -George R. R. Martin (1998)

Hoy  que la acuchillan los faros como a un Cesar noctámbulo y eterno
la noche se ha hecho mito y tiempo extra.
No miran las ciudades tus espaldas más que en costumbre.
Ya los hombres del día no te temen
pero aún los dominas y los duermes.

Salen de ti tus hijos, como sombras desgajadas
y en los caminos conciabulos susurran tus idiomas.

¿Quién ha visto a tus endriagos cuando nacen?
¿Y a tus bandidos planeando asesinatos?
De ti nada se sabe, nada escrito
aguarda en la paciencia de los libros.

Primero fue la noche y era eterna
como en el interior de los jarrones
dónde va el silencio adormecido
para permanecer y hacerse polvo
entre los negros dedos de la noche.

No había sido erigida por ninguno
y no guardaba en sí los corazones del futuro,
pero se transformó después del día sucedido
y resguardó el hambre de los árboles bajo sus harapos.

Quise saber tu rostro y tu pasado,
y te busqué en la memoria de los hombres
allí donde creí que habías sido guardada.
¿En dónde más puede dormir la sombra
sino en el corazón reseco de los libros?
Ellos aguardan como monjes dormidos.

Pero no te encontré. No habías estado
y te busqué en vano en los misterios.
Allí no estabas, los demonios dormían.
Todas las criaturas dormían en el viento.

Y allí te descubrí, azul y fría.
No era esa la lengua del lagarto
sino tu propia sombra refugiada.
Entonces vi tu sombra y vi tu paso.
Donde no habías estado ahora estabas
y llegabas repentina desde los sitios antes despreciados.

Vi tus manos, apenas y en distancia
antes de que partieras tras la Luna
para dormir donde yo no llegaría.

Al momento siguiente te habías ido
para buscar acaso tus pasillos,
para encontrarte de nuevo con tus hijos.
Caminabas por senderos ya ignotos
mientras a mi admiración revelada
un sol de asombro y duda le asomaba.

Así que te esperé, sobre las piedras
observando el cielo que caía,
y, gran sorpresa mía, no lloviste.
Y manabas de los suelos.
Entre la hierba apareciste hecha
no una serpiente, más un escarabajo.
Antes que un perro negro, un buey herido
que a través de sus ojos vi las estrellas.

Las hojas de los árboles tomaron la luz
y la quebraron en partículas mínimas.
Entre sus gruñidos creció una vastedad,
oscura y olorosa como el humo.
Molían la luz, hecha cenizas.
Los árboles reían y se afanaban
como niños alegres en el agua
cuando el mundo se fragmenta en chispas
y la ilusión viviente del espejo se desvanece.
Así la luz era tomada y rota,
era llevada al río de la tierra
para emerger después hecha una sombra.

Una sombra salió entonces de las flores
y ellas se reclinaron en el sueño.
Pero no así la sombra. Era su tiempo.
Entre las hojas una sonrisa blanca
tomó los hilos de la tierra para arrojarlos al aire.
Ya cuando alcé la vista era la Noche.
Y la sonrisa blanca, como un pájaro nuevo
abrió sus anchas alas vueltas pétalos
mientras la noche le manaba de las ramas.

El perfume de la noche.
Yo buscaba la vida, pero la vida dormía.
Todos mis animales bautizados se habían ido
para yacer solemnes o ruidosos en sus nidos.

Y he aquí que tuve la ilusión de estar tan solo.
Creí, ignorante criatura día y extraño,
que solo estaba en ese reino oscuro.
El miedo estuvo suspendido en el aire cual ahorcado
mientras yo hecho temor corría por las calles.
Salí de la ciudad y bajé al campo
buscando a tientas los nombres de las cosas.
De aquella negra soledad ignorada nada salía.
*
¿Acaso no te cantó Lope de Vega un día?
Y otro siglo un ciego, el erudito,
dijo que entre todos los hombres te erigieron
como a su obra y desde fantasías.

Vil palabra, mala poesía.
Ninguna mano humana dio a tu obra
su magnitud espléndida y sencilla.
Antes que musa fuiste hecha sombra,
y a ningún hombre obedece la propia.
Así que estabas hecha y lista
cuando los hombres todavía dormían.
¿Desde qué fosa emergiste, Noche?

Han de existir, en el mundo, pasajes.
Antiguos puertos ahora perdidos
donde vagabas solitaria y tibia
cuando todas las voces aún no florecían.
*
Pero no estoy vacía. Abro los brazos
y de mis costillas salen pájaros graznando.
No hay silencios ni augustas soledades en mis manos.
Ya no más. Toda yo me he vuelto estrellas
que los hombres recorren con la vista
en la perpetua búsqueda del grito
original quejido de la vida.
Toda yo. Hecha un vasto desierto de presencias.

Porque sola, mas sola que la vida, abarco
los espacios gélidos del viento
y las chispas dormidas de los átomos.

Yo no los odio, hombres, ni les temo.
Yo los he visto nacer desde las células
y acuné los líquidos con mis nubes.
Cuando criaron pieles les di sombra
y bajo las palmeras florecí mis dedos.
Lloré sobre los huesos de las pérdidas
y con el río me escurrí hacia el mar
hasta recomenzar, hombres, en las vidas.

Cubrí su miedo con mi capa rota
y dejé luz para sus ojos primerizos.
Cuando asomaban, cachorros de la cueva,
fui con mi mano a empujarlos al viento.

Y no les temo, hombres de las luces,
aunque la hoguera aticen en mi rostro.
Como a todos mis hijos yo los sigo
y en sus rostros dormidos me sonrío.
Sé que a mi han de volver cuando estén yertos
porque soy yo la que recibe a todos.
Sé que a mi han de volver, y los espero
sin odiar, hombres, pero sin temerlos.
Pero mientras que vivos yo resguardo
 este nido azul que afanan tanto,
cuando ya encuentre vuestros pasos
mas allá de las dudas y el espacio
estaré todavía, como un árbol, dormitando.
*
No, la voz erudita no puede describirla.
La vejez de los sabios no le alcanza.
Cuando alzaron sus dedos era antigua
y le brotaba el tiempo de la boca.


No hay comentarios:

Es un día de frío.  Lo sé porque es el viento  y el cariño del gato  las cosas que lo anuncian. Renovado y discreto este primer día  del oto...