jueves, 8 de octubre de 2015

La alegría nunca sirve para decir mentiras;
pero en cambio Tristeza, mi adorada Tristeza,
tiene adornos y bordados y flores
que llevaría una vida describirla completa.
Y aún así tantos grises nos quedarían afuera
lloviendo solitarios como perros de invierno,
como raíces de mayo, como julio y sus daños.

Ya nunca más tocamos la orilla en esta pena
cuando embarcamos serios y ligeros de quejas
pero la melancolía nos conquistó las cejas
y todo el equipaje son papeles y flores
dormidas y resecas cual viejos faraones.

Mejor tocar la música de la puerta y la lluvia,
del invierno tardío que resiste y se esfuerza
de nuevo en esa rama donde ya el fresno crece
pero sabiendo siempre que no se puede ser.

Mejor mirar los ojos profundos y el bostezo
del mundo cuando crece tan frente a la nariz
dentro de caracoles que huyeron hace tiempo,
como si el Minotauro dejase a nuestros pies
su infame laberinto de tenebrosa muerte.
en estos rinconcitos donde el viento se mece
y donde Ella se duerme tan gris como fue ayer.


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