Que parte de mi voz se me ha perdido
que me cuesta cantar con la garganta
mas muerta que dormida, tan estanca.
Mi edad no me permite el abandono,
tan joven de los huesos y tan viejo
que el alma entera se me cae a pedazos.
Déjenme dormir que afuera llora
el perro atado en la cadena loca.
Nadie lo suelta, todos ya lo ignoran.
Si postrado en la cama ya no quiero
ni levantar la voz ni alzar las manos.
De pronto oscuridad me colma el ansia.
Hastío me nombran esta desesperanza
donde no queda fingir sobre la herida
mas que el aburrimiento de la siesta.
martes, 8 de septiembre de 2015
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