cuando los lapachos florecen
como campos de batalla
donde los soldados huyeron
dejando la tierra cubierta de vendajes.
Hemos sucedido el inverno y vamos sin caminos
bajo el sol que nos ciega los perros,
y en la calle perdida encontramos la vieja
que se duerme en el sol mientras llueve la sangre de la tierra.
Tal vez ya encontró la paz bajo la lluvia
cuando sin dientes vaga y su collar perlado
que le adorna el cuello
como si fuese blanco pelaje decaído.
Que ternura infinita a veces manifiesta
la tarde cuando crece sin que la notemos,
tan brillante y discreta sobre nuestras cabezas.
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