A veces uno queda en mitad de la guerra
y dando manotazos sin encontrar las alas
para volar tan lejos como se pueda.
Entonces caminamos por nuestras propias calles
para recuperar la capa de penumbra
que justifica el gesto donde nos encontramos.
Para volver a ver al árbol que no crece,
a la vereda que nunca termina de romperse.
Volvamos a la cueva, con el portón que siempre
nos defiende la Luna.
A veces la batalla nos mezcla entre sus filas
y somos el soldado que elige la carrera.
Tal vez estamos hechos para la paz augusta,
para batallas últimas que si nos necesiten.
Mejor vamos al silencio, donde dormir podremos.
viernes, 28 de agosto de 2015
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