El buen judío tan buenamente muerto
quizá nunca me imaginó sentado
en este universo donde el y yo somos
este pársec que nos separa.
Pero llevo su barba y aserrín
como mejor se puede cargar tanta memoria.
O sea, no lo sé y nunca lo completo.
El nombre de las cosas es apenas poco más
que el olvido de casi todos sus secretos.
Pero voy, como si ayer no fuese
esa estatua rizada y florecida
que es la mas callada de todas.
El justo buen judío que no se sabe nada
mas que tallar los muebles
mientras un dios relame la taza que le ofrecen.
El justo buen judío que tuvo manos santas
y no se imaginaba los retablos salvados
por esas mismas manos afloradas
que fueron elegidas para la luz y el rito
aunque no las supiera, aunque se lo callara.
Quizá dijo palabras que olvidaron
los que nunca lo vieron detrás de la promesa.
Esta perdido y nada lo recuerda
mas que esta palabra terca.
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