Aquel libro cargaba con la historia
de la tierra salvaje desgranada
sobre el viento en polvareda ardida;
donde una cruz, violenta hasta en el trazo,
entreveía el paso cansino del caballo.
Aquel libro era viejo ya en las hojas,
y en las historias que guardaba
como una lagartija que no muestra
la cola por miedo que la pierda.
Había un hombre moreno que era bueno
y había un hombre moreno que era malo.
Y una india, que desgraciada, sangra
como si se le fuese a la tierra la vida por las aguas.
Había un caballo oscuro que remontaba sombras
y un cuchillo, certero para alma.
La mujer eligió al cantor y el gaucho al monte.
Se le volaron al ternero los ojos en los cuervos.
José del Carmen Nieto lo nombraron,
apenas somos los que aun lo nombran.
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