jueves, 5 de febrero de 2015

Me gusta la ciudad cuando no finge
que tiene corazón o que está viva.
Me gusta la ciudad cuando no tiene nombres
y los gatos, emancipados de las sombras,
trotan a sus reuniones secretas.
Me gusta la ciudad cuando los muros no frenan a los arboles
y los amantes van entre la brisa;
y, solitarios, vamos hacia ninguna parte.


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