Hay una niña, menuda y pequeñita,
que pregunta ¿por qué?
y espera mis respuestas.
Invento situaciones y espero, iluso,
que conforme mi paciencia a su asombro.
Yo he sido así.
Preguntaba los nombres de las cosas,
las razones que ocultan los gorriones.
Tuve esa misma mirada de inquisición minúscula,
implacable y constante.
Me divierte su asombro,
la indecisión del dedo con que apunta
los rincones repletos de papeles.
Espero que el asombro le dure para siempre.
Que no tope su mínima nariz
con la indiferencia que su madre le hereda.
Que encuentre en los perritos la belleza
y no el precio cruel de la moda.
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