Tendremos que alejarnos,
inevitablemente.
Sucederá una tarde
que desconoceremos la mañana
y exiliaremos los pies para otra tierra.
Es casi profecía esto de irse,
saber de la partida
y no la hora.
Aprenderse que somos pasajeros,
en el rincón y el día.
Tenemos mucha arena por delante,
pero cae, siempre cae y se termina.
Y entonces tendremos que arrastrarnos
contra el viento
aunque lloremos.
Pero conquistaremos otra costa,
algún monte que espere nuestras voces.
Y seremos pasajeros estables en otro rincón
y en otro día.
¿Hemos de irnos?- dijo el viejo.
Y la vieja le contestó que si.
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