jueves, 19 de septiembre de 2013

                                 A Claudio, 
                dos mil años después...

Estarás todavía, en algún recodo absurdo,
escondido y leyendo tus etruscos,
tus dioses primigenios, tus desgracias.

Como el hombre que mira desde la altura augusta
de la sabia paciencia
del estoico
desde la penumbra
desde las cortinas.

Como quien mira lejos, después de las locuras,
por encima de ellas,
hacia tiempos de lejos.

Entra al templo cojeando el dios
y resuenan carcajadas desde las columnas.
Júpiter ríe, Hefestos tambalea.
Crujen hasta las palabras.
Los hombres se perpetúan en sus dioses.

No importa la desgracia, tartamudo..
No importa la locura. No encontramos remedio todavía.
Escribe, tartamudo,
para que no se olvide..
Camina, cojo y chueco, hacia la eternidad.

Transforma, calabaza, la voz en aventura.
Escribe, que se termina el tiempo.
Ya vienen, con la sombra, los hongos de la muerte.
Escribe más rápido,
nos rasguña el olvido...

Es un día de frío.  Lo sé porque es el viento  y el cariño del gato  las cosas que lo anuncian. Renovado y discreto este primer día  del oto...