sábado, 3 de agosto de 2013

-¿Podrás perdonarme, Señor?
susurra el viejo.
Está muriendo desde el silencio
lúgubre y desmadejado
que amana como un hálito
pegajoso y crujiente.

-¿Podrás perdonarme, Señor?
musita al viento,
cuando este se estanca sobre la mortaja.
Tiene miedo,
memoria de una vida arrastrada.
Ha vivido mucho mas que sus años,
tiene viejos los huesos desde antaño.
Es un resto de hombre que se agota,
una lumbre perdida y vacilante
aferrada con tenazas de alambre
a la vana miseria que lo mata.

-¿Podrás perdonarme, Señor?
¿Podrías?

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