Solo digo palabras que no tienen sentido.
Ya no tengo paciencia con la tarde que muere,
la asesino con luces falsas.
No soporto el silencio aturdido y chirriante
de chicharras de monte disfrazadas de noche.
Si me quedo sin aire es por mi propia angustia,
mi deseo inconstante, malherido y frustrante.
Me ha sido dada la maldición de desear.
En todo su esplendor,
mas allá de los lindes
de este bosque de espinas
doradas
espinas atrayentes y mentidas.
Si me he quedado ciego
ha sido por mi deseo.
Si he perdido el sentido
y el olfato y la risa
ha sido por deseo
de lo que nunca tengo.
Estoy algo apagado, es cierto.
Apático tal vez.
Ya no logro el asombro silencioso, abrumado.
Redescubrir a Orión carece de aventura.
Los gusanos, mas que interés, dan asco.
Y si un perro se acerca, no deseo quedármelo.
Habré torcido algo,
quebrado alguna rueda
de mi propio engranaje.
martes, 16 de abril de 2013
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