miércoles, 17 de abril de 2013


Detrás de las cortinas aguardaba el destino,
brillando afilado en los cuchillos
de todos los asesinos señalados.
Y en la ventana, el general de todas las derrotas,
el victorioso de todas las batallas
y perdedor de todos los asedios.
Anibal mirando el mar indiferente
alzo la mano para beber la muerte
y se entrego sereno y triunfante a las cenizas.

Detrás de las cortinas el ultimo estratega,
el perseguido guerrero solitario,
hace su ultima jugada en el tablero.
Cruza otra vez por entre las montañas
y por hacerlo se transforma en leyenda.
Ya no verán la luz de su coraza
guiar los hombres entre las espadas.
El general se inmola para hacerse eterno,
para hacerse inmortal por sobre la batalla
con toda la tristeza de su gloria perseguida.

Anibal, cabellos de azul mediterráneo,
que mira el mar desde su abandonado balcón de ermitaño.
Anibal, domador de elefantes y de guerras,
esta batalla que se sabe perdida
y que se lucha igual, para memorias.
Anibal, sabes que no queda arena,
que ya ha caído toda y las cortinas
que el viento cómplice sacude
son el sudario que te traen las sombras.

Viajero! Si cruzas frente a esta tumba
llévale noticias a los grandes de Roma y de Cartago.
Anibal, el bienaventurado, ha muerto por su propia mano.

Al final de su vieja batalla aprendió
la mas sabia lección que dan los Dioses a los hombres justos:
Quien bien ha vivido no le teme a la muerte.
Al final de los días, la eternidad es el buen recuerdo dejado.

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